Cien años de la gripe española en
Chile
A causa de la pandemia actual de Covid-19, decidí republicar aquí mi articulo que detalla algunos momentos en el desarrollo de la última pandemia global, de la (mal llamada) Gripe Española, y sobre todo el efecto que tuvo en Sudamérica.
Este artículo se publicó originalmente en la revista Mensaje de Abril 2019.
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Vera Kholodnaya (Wikipedia) |
¿Qué es lo que
tienen en cómun el poeta francés Guillaume Apollinaire, el pintor
austriaco Egon Schiele, la primera estrella del cine ruso Vera
Kholodnaya y Alfonso XIII, rey de España? Hace más o menos cien
años, en el otoño/invierno europeo de 1918/19, Apollinaire, genio
poético y inventor de la palabra “surrealismo”, sobreviviente
del matadero de la Primera Guerra Mundial, se enfermó gravemente y
nunca llegó a cumplir los 40. Schiele murió a los 28, pero no antes
de perder por la misma enfermedad a su mujer embarazada y a su hijo
nonato. Un cuadro sin terminar y sin fecha, “La familia”, muestra
esta familia que nunca llegó a existir. Vera Kholodnaya, por su
parte, falleció a los 26, justo un poco antes de que el cine
empezara a ser tomado en serio como arte. El rey de España también
se enfermó, pero sobrevivió, y fueron las noticias en la prensa de
su país, libre de censura en estos últimos meses de la Gran Guerra
- por ser un país neutro - , las que dieron el nombre a esta
enfermedad que les afectó a todos, una de las peores epidemias en la
historia de la humanidad: la gripe española.
Desde
luego, la gripe en sí no era nada nuevo, tenemos constancia de
epidemias (en Europa) desde el año 977, curiosamente llamada fiebre
italiana por crónicas alemanas. Desde entonces, la enfermedad volvía
periódicamente, la última vez en 1889, esta vez llamada gripe rusa.
Pero nada se comparaba con la experiencia apocalíptica de 1918-20.
Si bien no
existen números exactos, el número de víctimas de la gripe a nivel
mundial se calcula en alrededor de 50 millones o tal vez hasta 100 –
más que las dos guerras mundiales juntas. El número total de
afectados rondaría los 500 millones – cifras dífíciles de
imaginar, y menos de explicar de manera racional. A diferencia de
otras epidemias, esta atacaba con predilección a gente joven y por
lo demás, sana – la mayoría de las víctimas fatales tenía entre
20 y 40 años. Los enfermos sufrían, aparte de los habituales
síntomas de la gripe, de delirios, alucionaciones y ataques de
ansiedad, perdían temporalmente la capacidad de ver colores –
varios testimonios cuentan como el mundo se les presentaba sumergido
en un mar de grises. La piel de los infelices destinados a morir se
teñía, primero de rojo, luego de púrpura, finalmente de negro.
Cuando llegaba el negro, la medicina contemporánea, pasmada ante el
fenómeno sin precedentes, no tenía otro remedio que dejar al
enfermo morir.
Hoy todavía
quedan demasiados enigmas en esa enfermedad: es de origen desconocido
– sabemos que tiene su nombre porque fue la prensa española la
primera en hablar de ella abiertamente, pero no se originó en aquel
país. Entre las variadas teorías sobre su origen, la más aceptada
actualmente es que fue traída a Europa
por soldados norteamericanos – desde su origen en el Midwest
norteamericano, y en ese trayecto sufriría las mutaciones que la
hicieron tan peligrosa. La medicina contemporánea no tenía nada con
que defenderse: carecía no solamente de una cura – no existían
todavía los antibióticos, y menos los antivirales - sino incluso
de posibilidades de diagnóstico exactas, pues los conocimientos de
los virus y bacterias y sus modos de actuar eran todavía bastante
rudimentarios. Entre el público general estaba todavía viva la
teoría de las miasmas, una especie de atmósfera venenosa que
permeaba el ambiente y causaba enfermedades. Muchas veces los médicos
confundían la gripe incialmente con otras enfermedades, como el
tifus – esto ocurría en muchos países, entre ellos en Chile –
también porque en esos años
no era raro observar que varias enfermedades contagiosas asolaran la
misma población al mismo tiempo, o incluso infectarían a la misma
persona. Hoy, por el contrario, está universalmente aceptada la
tesis de que se trataba de una influenza de tipo A/H1N1, algo
parecida a la que causó la epidemia de 2009/10, que la mayoría de
nosotros probablemente todavía recuerda, y que, efectivamente, fue
causada por un virus de la misma”familia” H1N1.
Hasta hace
poco, la investigación académica sobre la gripe española se
centraba en los países europeos, y, de alguna manera, con buenas
razones – las consecuencias de una epidemia tan devastadora en una
región convulsionada por una guerra mundial, una multitud de guerras
civiles, revoluciones y golpes de estado es difícil de subestimar.
Por ejemplo, en Rusia, los soldados que volvìan de la guerra,
traían consigo el virus a un país que entre varias revoluciones,
guerra civil y terror polìtico ejercido por todas las fracciones, ya
se estaba cayendo a pedazos.
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Francisco de Paula Rodrigues Alves (Wikipedia) |
Sin embargo,
en los últimos años, se han producido investigaciones sobre otras
regiones del mundo, entre ellas Sudamérica, que permiten tener una
imagen más completa de la pandemia. En nuestro relativamente
tranquilo continente fue sobre todo la segunda oleada, la que llegó
a finales de 1918 y golpeó la región com más fuerza, y es
justamente esta relativa tranquilidad la que pone de relieve la
catástrofe causada por ella. Siempre llegando a borde de un barco,
la enfermedad arribó primero, en septiembre de 1918, a Recife,
Brasil, causando pánico masivo en ese país y costándole la vida al
presidente electo, Francisco de Paula Rodrigues Alves, quien falleció
antes de poder asumir su cargo. Dentró de pocos meses estuvo en
Chile, donde tuvo su mayor número de víctimas entre agosto y
septiembre de 1919, el peor año de la epidemia para Latinoamérica.
Otras olas, menos virulentas, siguieron en 1920 y 1921.
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Santa Teresa de los Andes (Wikipedia) |
No
distinguía entre ricos y pobres, no se contentaba con los niños y
los viejos, matando con aparente predilección a los jóvenes y
fuertes, y obligando a los países de la región a plantarse el
problema de la salud pública de una nueva manera; y de manera más
radical, pues los métodos antiguos fracasaban visiblemente. El
investigador de la Universidad de Georgetown Hugo Maureira incluso
propone, en el marco de sus investigaciones sobre las políticas
sanitarias en Chile, que Santa Teresa de los Andes en realidad habría
sido víctima de la gripe española, y no de tifus, como se suponía
en su momento – la fecha de su muerte coíncide con una ola de la
epidemia, su perfil de adulta joven con el de las víctimas fatales,
y la confusión entre ambas enfermedades era, como dijimos, común en
la época.
Esos errores
podían tener consecuencias gravísimas, no sólo por errores de
tratamiento: como el tifus se transmite por picada de parásitos como
piojos o pulgas, la estrategia más común en el país para combatir
la epidemia consistia en desinfectar los conventillos y sus
habitantes, también contra su voluntad, ademas de desinfectar
lugares públicos e incluso calles enteras, medidas inútiles en la
batalla contra la influenza. Las autoridades de Brigadas Sanitarias
en Concepción y Parral tomaron una decisión particularmente
drástica, la de destruir las viviendas míseras en esas comunas para
eliminar los supuestos focos de infección (en ambos casos entre 4 y
5 mil personas fueron afectadas), pero como la influenza es un virus
trasmitido por vía aérea (algo desconocido en el momento, no sólo
por las autoridades de Parral), la falta de vivienda y hacinamiento
resultados de esa medidas sólo podían empeorar la situación
sanitaria.
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Dagoberto Godoy (Wikipedia) |
Para nosotros,
que por supuesto entendemos qué es una gripe y cómo se transmite,
no nos sorprende que lugares públicos y acumulaciones de personas
representen un alto peligro de enfermarse, pero para los afectados
contemporáneos la coincidencia de festividades públicas y nuevas
olas de contagio – las celebraciones de armisticios y fin de guerra
eran una y otra vez diseminadores de la enfermedad – debe haber
sido especialmente aterradora. En Santiago eran las celebraciones por
el vuelo de Dagoberto Godoy, el primero en cruzar la Cordillera de
los Andes en avión en diciembre de 1918, las que empezaron a llenar
los hospitales de enfermos.
La desesperación
y desorientación de los que pasaron por esta aterradora experiencia
son palpables en diarios, imágenes, incluso reportes oficiales, y lo
más llamativo de esa situación es probablemente que la gripe
española nunca fue “vencida”. El siglo veinte se enorgullecía
mucho de haber eradicado enfermedades antes consideradas auténticas
plagas de la humanidad, como la viruela, la rubeola, el polio, pero
la gripe española no está en esta lista. La gripe simplemente
desapareció, debilitándose su virulencia primero, y luego siendo
reemplazada por cepas más comunes y menos mortales.
Todo eso nos
deja invariablemente con la pregunta ¿Y qué pasaría si...? El
virus específico de la gripe española ya no existe de manera
natural, solamente como objeto de estudio en laboratorios (con acceso
restringido), y hay que admitir que en el siglo que pasó desde
entonces no hemos vuelto a ver ninguna otra epidemia de tal
dramatismo y amplitud (tal vez con la sola excepción del VIH/SIDA).
Eso se debe seguramente en parte a lo mucho que ha avanzado la
medicina desde entonces. Hoy, la gripe vuelve anualmente, y nos
preocupa, pero tampoco tanto...
Pero ¿de verdad
estamos seguros de que otra enfermedad (o incluso otra variante de
influenza) no pueda repetir la catástrofe? Es verdad que no hemos
visto nada parecido, y la epidemia de 2009/10, pese a ser una cepa
similar, era muchísimo más débil, pero tampoco hemos vuelto a
tener una coincidencia tan desafortunada entre la apariencia de una
enfermedad contagiosa y condiciones sociales, políticas, incluso
higiénicas en plena crisis. ¿Qué pasaría si se volviera a dar una
coyuntura parecida? ¿Aprendimos algo de esta última crisis?
¿Y qué es
exactamente lo que aprendimos?
(ahora que lo revisité, pienso que lo de aprender, pues la verdad que no, parece que no aprendimos mucho...)