Friday, 20 March 2020

Cien años de la gripe española en Chile




      A causa de la pandemia actual de Covid-19, decidí republicar aquí mi articulo que detalla algunos momentos en el desarrollo de la última pandemia global, de la (mal llamada) Gripe Española, y sobre todo el efecto que tuvo en Sudamérica. 
    Este artículo  se publicó originalmente en la revista Mensaje de Abril 2019.


Vera Kholodnaya (Wikipedia)
     ¿Qué es lo que tienen en cómun el poeta francés Guillaume Apollinaire, el pintor austriaco Egon Schiele, la primera estrella del cine ruso Vera Kholodnaya y Alfonso XIII, rey de España? Hace más o menos cien años, en el otoño/invierno europeo de 1918/19, Apollinaire, genio poético y inventor de la palabra “surrealismo”, sobreviviente del matadero de la Primera Guerra Mundial, se enfermó gravemente y nunca llegó a cumplir los 40. Schiele murió a los 28, pero no antes de perder por la misma enfermedad a su mujer embarazada y a su hijo nonato. Un cuadro sin terminar y sin fecha, “La familia”, muestra esta familia que nunca llegó a existir. Vera Kholodnaya, por su parte, falleció a los 26, justo un poco antes de que el cine empezara a ser tomado en serio como arte. El rey de España también se enfermó, pero sobrevivió, y fueron las noticias en la prensa de su país, libre de censura en estos últimos meses de la Gran Guerra - por ser un país neutro - , las que dieron el nombre a esta enfermedad que les afectó a todos, una de las peores epidemias en la historia de la humanidad: la gripe española.
Desde luego, la gripe en sí no era nada nuevo, tenemos constancia de epidemias (en Europa) desde el año 977, curiosamente llamada fiebre italiana por crónicas alemanas. Desde entonces, la enfermedad volvía periódicamente, la última vez en 1889, esta vez llamada gripe rusa. Pero nada se comparaba con la experiencia apocalíptica de 1918-20.
Si bien no existen números exactos, el número de víctimas de la gripe a nivel mundial se calcula en alrededor de 50 millones o tal vez hasta 100 – más que las dos guerras mundiales juntas. El número total de afectados rondaría los 500 millones – cifras dífíciles de imaginar, y menos de explicar de manera racional. A diferencia de otras epidemias, esta atacaba con predilección a gente joven y por lo demás, sana – la mayoría de las víctimas fatales tenía entre 20 y 40 años. Los enfermos sufrían, aparte de los habituales síntomas de la gripe, de delirios, alucionaciones y ataques de ansiedad, perdían temporalmente la capacidad de ver colores – varios testimonios cuentan como el mundo se les presentaba sumergido en un mar de grises. La piel de los infelices destinados a morir se teñía, primero de rojo, luego de púrpura, finalmente de negro. Cuando llegaba el negro, la medicina contemporánea, pasmada ante el fenómeno sin precedentes, no tenía otro remedio que dejar al enfermo morir.
Hoy todavía quedan demasiados enigmas en esa enfermedad: es de origen desconocido – sabemos que tiene su nombre porque fue la prensa española la primera en hablar de ella abiertamente, pero no se originó en aquel país. Entre las variadas teorías sobre su origen, la más aceptada actualmente es que fue traída a Europa por soldados norteamericanos – desde su origen en el Midwest norteamericano, y en ese trayecto sufriría las mutaciones que la hicieron tan peligrosa. La medicina contemporánea no tenía nada con que defenderse: carecía no solamente de una cura – no existían todavía los antibióticos, y menos los antivirales - sino incluso de posibilidades de diagnóstico exactas, pues los conocimientos de los virus y bacterias y sus modos de actuar eran todavía bastante rudimentarios. Entre el público general estaba todavía viva la teoría de las miasmas, una especie de atmósfera venenosa que permeaba el ambiente y causaba enfermedades. Muchas veces los médicos confundían la gripe incialmente con otras enfermedades, como el tifus – esto ocurría en muchos países, entre ellos en Chile – también porque en esos años no era raro observar que varias enfermedades contagiosas asolaran la misma población al mismo tiempo, o incluso infectarían a la misma persona. Hoy, por el contrario, está universalmente aceptada la tesis de que se trataba de una influenza de tipo A/H1N1, algo parecida a la que causó la epidemia de 2009/10, que la mayoría de nosotros probablemente todavía recuerda, y que, efectivamente, fue causada por un virus de la misma”familia” H1N1.
Hasta hace poco, la investigación académica sobre la gripe española se centraba en los países europeos, y, de alguna manera, con buenas razones – las consecuencias de una epidemia tan devastadora en una región convulsionada por una guerra mundial, una multitud de guerras civiles, revoluciones y golpes de estado es difícil de subestimar. Por ejemplo, en Rusia, los soldados que volvìan de la guerra, traían consigo el virus a un país que entre varias revoluciones, guerra civil y terror polìtico ejercido por todas las fracciones, ya se estaba cayendo a pedazos.
Francisco de Paula Rodrigues Alves (Wikipedia)
Sin embargo, en los últimos años, se han producido investigaciones sobre otras regiones del mundo, entre ellas Sudamérica, que permiten tener una imagen más completa de la pandemia. En nuestro relativamente tranquilo continente fue sobre todo la segunda oleada, la que llegó a finales de 1918 y golpeó la región com más fuerza, y es justamente esta relativa tranquilidad la que pone de relieve la catástrofe causada por ella. Siempre llegando a borde de un barco, la enfermedad arribó primero, en septiembre de 1918, a Recife, Brasil, causando pánico masivo en ese país y costándole la vida al presidente electo, Francisco de Paula Rodrigues Alves, quien falleció antes de poder asumir su cargo. Dentró de pocos meses estuvo en Chile, donde tuvo su mayor número de víctimas entre agosto y septiembre de 1919, el peor año de la epidemia para Latinoamérica. Otras olas, menos virulentas, siguieron en 1920 y 1921.
Santa Teresa de los Andes (Wikipedia)
No distinguía entre ricos y pobres, no se contentaba con los niños y los viejos, matando con aparente predilección a los jóvenes y fuertes, y obligando a los países de la región a plantarse el problema de la salud pública de una nueva manera; y de manera más radical, pues los métodos antiguos fracasaban visiblemente. El investigador de la Universidad de Georgetown Hugo Maureira incluso propone, en el marco de sus investigaciones sobre las políticas sanitarias en Chile, que Santa Teresa de los Andes en realidad habría sido víctima de la gripe española, y no de tifus, como se suponía en su momento – la fecha de su muerte coíncide con una ola de la epidemia, su perfil de adulta joven con el de las víctimas fatales, y la confusión entre ambas enfermedades era, como dijimos, común en la época.
Esos errores podían tener consecuencias gravísimas, no sólo por errores de tratamiento: como el tifus se transmite por picada de parásitos como piojos o pulgas, la estrategia más común en el país para combatir la epidemia consistia en desinfectar los conventillos y sus habitantes, también contra su voluntad, ademas de desinfectar lugares públicos e incluso calles enteras, medidas inútiles en la batalla contra la influenza. Las autoridades de Brigadas Sanitarias en Concepción y Parral tomaron una decisión particularmente drástica, la de destruir las viviendas míseras en esas comunas para eliminar los supuestos focos de infección (en ambos casos entre 4 y 5 mil personas fueron afectadas), pero como la influenza es un virus trasmitido por vía aérea (algo desconocido en el momento, no sólo por las autoridades de Parral), la falta de vivienda y hacinamiento resultados de esa medidas sólo podían empeorar la situación sanitaria.
Dagoberto Godoy (Wikipedia)
Para nosotros, que por supuesto entendemos qué es una gripe y cómo se transmite, no nos sorprende que lugares públicos y acumulaciones de personas representen un alto peligro de enfermarse, pero para los afectados contemporáneos la coincidencia de festividades públicas y nuevas olas de contagio – las celebraciones de armisticios y fin de guerra eran una y otra vez diseminadores de la enfermedad – debe haber sido especialmente aterradora. En Santiago eran las celebraciones por el vuelo de Dagoberto Godoy, el primero en cruzar la Cordillera de los Andes en avión en diciembre de 1918, las que empezaron a llenar los hospitales de enfermos.
La desesperación y desorientación de los que pasaron por esta aterradora experiencia son palpables en diarios, imágenes, incluso reportes oficiales, y lo más llamativo de esa situación es probablemente que la gripe española nunca fue “vencida”. El siglo veinte se enorgullecía mucho de haber eradicado enfermedades antes consideradas auténticas plagas de la humanidad, como la viruela, la rubeola, el polio, pero la gripe española no está en esta lista. La gripe simplemente desapareció, debilitándose su virulencia primero, y luego siendo reemplazada por cepas más comunes y menos mortales.
Todo eso nos deja invariablemente con la pregunta ¿Y qué pasaría si...? El virus específico de la gripe española ya no existe de manera natural, solamente como objeto de estudio en laboratorios (con acceso restringido), y hay que admitir que en el siglo que pasó desde entonces no hemos vuelto a ver ninguna otra epidemia de tal dramatismo y amplitud (tal vez con la sola excepción del VIH/SIDA). Eso se debe seguramente en parte a lo mucho que ha avanzado la medicina desde entonces. Hoy, la gripe vuelve anualmente, y nos preocupa, pero tampoco tanto...
Pero ¿de verdad estamos seguros de que otra enfermedad (o incluso otra variante de influenza) no pueda repetir la catástrofe? Es verdad que no hemos visto nada parecido, y la epidemia de 2009/10, pese a ser una cepa similar, era muchísimo más débil, pero tampoco hemos vuelto a tener una coincidencia tan desafortunada entre la apariencia de una enfermedad contagiosa y condiciones sociales, políticas, incluso higiénicas en plena crisis. ¿Qué pasaría si se volviera a dar una coyuntura parecida? ¿Aprendimos algo de esta última crisis?
¿Y qué es exactamente lo que aprendimos?

(ahora que lo revisité, pienso que lo de aprender, pues la verdad que no, parece que no aprendimos mucho...)

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